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Los españoles encarcelados por las leyes... para que un solo hombre esté libre |
Consideraciones apresuradas a la coronación de un Borbón militar y a un aforamiento desmesurado del Borbón saliente
Tiene
contado Iñaki Anasagasti, senador del PNV, que hace unos años coincidió con el
Rey abdicado en un acto protocolario en la cámara alta, y que tuvo un
encontronazo verbal con el mismo, a propósito de la guerra de Irak. En aquellos
momentos se estaba cometiendo, por parte del ejército de los EEUU, con la
complicidad del gobierno español, una de las mayores matanzas inútiles de la
historia de la humanidad, bajo el pretexto de unas inexistentes armas de
destrucción masiva; las consecuencias de aquella barbaridad aún van a colear
por muchos años, tal y como podemos ver en estos momentos, con la toma de tan
desdichado país por la rama más fanática del Islam, aquello que los genocidas
del triángulo de las Azores prometían impedir, y que era parte de su coartada
guerrera. Un hermano de George Busch, -aquel que no sabía que teníamos una
monarquía- había visitado España y prometió grandes ganancias y negocios para
los que ayudasen a su país “frente a las fuerzas del mal”. Como es obvio, no se
refería al pueblo español, sino a sus mandatarios, y ahí está el alcalde
consorte de Madrid, bien pagado por sus servicios, y Juan Carlos de Borbón, con
pagos seguros en diferido por la utilización de la Base de Morón para perpetrar
la salvajada. Pero volviendo a la
conversación entre el senador y el entonces Jefe del Estado, le reprochó aquel
que no tuviera sensibilidad con lo que estaba pasando y que no ejerciera de Rey
de todos los españoles, en un momento en que no solo había una opinión
mayoritaria, según las encuestas, contraria a aquella guerra, sino que casi a
diario cientos de miles de españoles salían a las calles en demanda de paz.
Según Anasagasti el Rey se escudó en su papel de Jefe de los Ejércitos para
justificar el apoyo a aquella invasión. El senador le animó, puesto que tanto
el Rey como su hijo tenían rango militar, a sumarse a las tropas invasoras,
algo que no fue bien encajado por la soberbia del Borbón.
La
anterior anécdota viene a cuento de la renovada vocación castrense de esta
dinastía, puesta de manifiesto el propio día de la coronación, con el aplauso
cómplice de todos los poderes de este país, incluidos los diputados del
bipartidismo, voluntarios figurantes en la escenografía de la farsa, a mayor
gloria de una familia que, por si vinieran mal dadas, ha realizado una
vergonzosa acumulación de capitales, en parte del saqueo de arcas públicas y en
parte de las comisiones de los negocios en los que actúan como cabeza visible
de lobbies empresariales, gracias a las amistades del monarca con dictadores de
toda laya. Hace unos días en el diario digital Info Libre, el periodista e historiador Miguel Ángel Villena
revelaba un episodio hasta ahora silenciado, y que tuvo lugar a comienzos del
ya lejano año 1986, con motivo de la jura de la Constitución por parte del
Príncipe de Asturias al alcanzar la mayoría de edad. La pretensión entonces de
la Casa Real era que el heredero de la Corona acudiera al Congreso de los
Diputados con su uniforme de gala de alumno de la Academia de Infantería de
Zaragoza. El presidente de la Cámara, Gregorio Peces Barba, uno de los más
conspicuos defensores de la Monarquía parlamentaria, se negó sin embargo a tal
despropósito, y amenazó en firme con su dimisión si se perpetraba la borbonada.
No tuvieron más remedio que ceder, y
vestir de civil al mozo alférez, pero de muy malas maneras, y guardando en su
memoria la “afrenta”, para ocasión propicia, como se la guardaron, ‑como
contaré en otro momento-, al director de TVE de entonces, por no retransmitir
en directo, como pretendía el Rey, la jura de bandera militar del príncipe; le
parecía al Borbón que aquello era un acontecimiento nacional, más importante
que un partido de fútbol de la selección española en un campeonato mundial.
La
democracia, en sus instituciones, está plagada de cuestiones de forma, que no
se pueden disociar nunca de la resolución de los problemas de fondo. Se ha
perpetrado, una vez más, por parte del gobernante Partido Popular, una
violación flagrante de las formas parlamentarias, primero al negarse a tramitar
el aforamiento del Rey abdicado por los cauces establecidos para una Ley
orgánica, en segundo lugar al introducir este relevante asunto como enmienda a
una Ley de jubilación de funcionarios, por lo que no se pueden hacer enmiendas
a una enmienda, aparte del cierre de filas, de la mayoría que aún tiene en la Cámara el partido presidido por el
señor Registrador de la Propiedad de Santa Pola. Cuestión de fondo es el propio
aforamiento, pues una vez que ha dejado de ser Jefe del Estado no hay razón
para ello; ya es grave que sea, el titular de la corona, además, inviolable.
Este aforamiento penal y civil es un
abuso más para librar al Borbón de las demandas que, con seguridad, se van a
interponer contra él en los próximos meses; lo que no está claro es si para
entonces tendrá su residencia en España. Pero eso es otra historia. Continuará.
ISABELO HERREROS
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