Benito Pérez Galdós y Charles Dickens |
Galdós e Inglaterra
Sabemos
que Galdós aprendió de niño la lengua inglesa en el colegio de San Agustín, en
Las Palmas. Y este simple aprendizaje, según un historiador de nuestra
literatura, Don Ángel Valbuena Prat, fue decisivo y determinó el estilo
literario del novelista, con su “forma premiosa y su vulgar habla”.
Disentimos.
Nunca hemos visto un inglesismo en una página de Galdós, y, siguiendo al
escritor español muerto en el exilio londinense, Esteban Salazar Chapela,
creemos que hablar de “premiosidad” refiriéndose al escritor canario, resulta
tan extraño como atribuírselo a Lope. Y en cuanto a la “vulgar habla”, nos
preguntamos, ¿qué otra habla usaron
Dickens, Balzac y Dostoievski? Obras de tanto tonelaje como las de estos
escritores no se han hecho nunca con el cortaplumas de Stevenson ni con el
buril de Valle-Inclán.
Pero
la realidad es que nuestro Galdós, aprendió de niño la lengua de Shakespeare,
hecho que creemos no se percibe en su prosa, pero que le abrió muy pronto la
ventana al gran panorama de la literatura, y sobre todo, de la novela inglesa.
En ella encontró a su “maestro más amado”, Carlos Dickens, que murió en 1870,
fecha en que Galdós publicaba su primera novela, La Fontana de Oro. O sea que Cervantes, Dickens y Balzac fueron la
gran trilogía en la que el joven Galdós aprendió a convertirse en el mejor
novelista español de los siglos XIX y XX, por no decir de todos los tiempos.
El
hispanista Gerald Brenan, en una muy sugestiva historia de la literatura
española, o del pueblo español, como él la llama, escribe literalmente: “Si el
lector que no conoce español desea tener una idea general de lo que es una
novela de Galdós imagine una de las mejores obras de Balzac, añádale el calor y
el color y el sentido melodramático de Dickens y agregue el grave tono irónico
de Cervantes”. Todo esto está muy bien para ingleses principiantes en nuestra
literatura, pero la gran verdad es que todas las novelas de Galdós son muy
particularmente suyas, muy españolas y muy de su tiempo.
Pero
nos vemos obligados a abandonar tan apasionante tema cual es el de las
influencias y las originalidades, y limitarnos a decir que Inglaterra, como
nación, estuvo y sigue estando muy presente en la producción galdosiana. Además
de su idioma, Galdós conocía muy bien Gran Bretaña, país que visitó con
frecuencia. Londres era la ciudad europea (aparte de Madrid, naturalmente), que
más gustaba al novelista.
Estas
reflexiones vienen motivadas por la aparición, por primera vez en tomo separado,
de la narración del viaje que Galdós hizo en 1889, a la casa natal de
Shakesperare, en Stratford-on-Avon. Con el título de La casa de Shakespeare, vio la luz en 1906, en un tomo de
miscelánea, Memoranda, y allí ha
permanecido dormido hasta su actual recuperación. La impresión que le causó
debió ser fuerte, pues recuerda ese viaje en sus desmemoriadas memorias. Se
trata de unas deliciosas páginas descriptivas del suave paisaje inglés, y de la
casa y el museo del autor de Hamlet. “Lo que más atrae mi atención es la
carpeta que se dice fue usada por Shakespeare cuando recibió la primera
enseñanza en Grammar School, las cartas de Quincey y los originales de los
contratos que el poeta celebró con empresas teatrales…”.
Visita
después su tumba, y transcribe las inscripciones, tanto en latín como en
inglés:
Detente,
pasajero, ¿por qué vas tan aprisa?
lee, si
puedes, quién es aquel colocado por
(la envidiosa muerte
dentro
de este monumento: Shakespeare, con quien
la
vívida Naturaleza murió; cuyo nombre adorna esta tumba,
mucho
más que el mármol, pues cuando él escribió
supo
convertir el arte en mero paje, servidor de su genio:
OBIT ANNO 1616.- ETATIS
53, DIE 23 AP.
“Desde
luego afirmo, escribe Galdós al principio de su viaje, que no hay en Europa
sitio alguno de peregrinación que ofrezca mayor interés ni que despierte
emociones tan hondas, contribuyendo a ello no sólo la majestad literaria del
personaje a cuya memoria se rinde culto, sino también la belleza y poesía
incomparable de la localidad”.
Sabemos
que Galdós fue solo a visitar la casa y tumba de Shakespeare. Su gran amigo
Pepe Alcalá Galiano, nieto del famoso liberal Alcalá Galiano, que también
estuvo exiliado en Inglaterra huyendo del furor asesino de Fernando VII, sabemos
que no le fue nada fácil llegar hasta tan entrañable rincón inglés.
Pero
no solamente nos habla el novelista canario de este lugar de peregrinación. Visita
igualmente emocionado el parlamento Inglés, la plaza de Whitehall, donde en un
modesto palacio tuvo lugar uno de los acontecimientos más destacados de la
historia inglesa: la ejecución del rey Carlos I, el 30 de enero de 1649. Fue
víctima de su orgullo y de su desprecio del Parlamento inglés. “Este
acontecimiento, escribe Galdós, punto culminante de la historia de Inglaterra,
marca una ejemplaridad política que reaparece de tarde en tarde en la
conciencia de otros pueblos europeos”. Y termina diciendo que no quiere hacernos una disquisición
prolija sobre el sistema inglés, “que es admirable y debiera ser ejemplo de
todo el mundo”.
Momento
también emocionante es cuando en la abadía de Westminster, en el llamado Rincón
de los poetas, se encuentra con la tumba de su amado maestro Dickens, y en
estas breves páginas nos deja una confesión literaria de enorme importancia y
trascendencia. “Consideraba yo a Carlos Dickens, escribe, como mi maestro más
amado. En mi aprendizaje literario, cuando aún no había salido yo de mi mocedad
petulante, apenas devorada La comedia
humana, de Balzac, me apliqué con loco afán a la copiosa obra de Dickens.
Para un periódico de Madrid traduje el Pickwick, donosa sátira, inspirada, sin
duda, en la lectura del Quijote.
Dickens la escribió cuando aún era un jovenzuelo y con ella adquirió gran
crédito y fama. Depositando la flor de mi adoración sobre esta gloriosa tumba
me retiro del panteón de Westminster…” Fue una pena que no le diera tiempo a
visitar el museo de Pintura. Serían muy curiosas sus impresiones.
Al
comprobar los voluminosos libros donde firman los visitantes, le asombra la
ausencia de nombres españoles. “Creo que
soy de los pocos, sino el único español, que ha visitado aquella Jerusalén
literaria y no ocultaré que me siento orgulloso de haber rendido este homenaje
al altísimo poeta…”.
En
un momento determinado vuelve su vista a España, la gran obsesión de Galdós, y
se lamenta. “Honor insigne para un país es guardar los restos de sus hombres
eminentes. Nuestra incuria nos impide vanagloriarnos de esto. Aunque sabemos
que los huesos de Cervantes yacen en las Trinitarias, y en Santiago los de
Velázquez, no podemos separarlos de los demás vestigios humanos que contiene la
fosa común”.
En
fin, tanto en sus novelas como en sus colaboraciones periodísticas hay muestras
de su conocimiento y de su pasión por las formas de la vida política inglesa.
Bien es verdad que el viejo liberal español siempre ha mirado con simpatía a
Francia y sobre todo a Inglaterra, y Galdós perteneció por su ideología, por su
sentimentalidad y por el sentido general
de su obra a ese selecto grupo, y en ciertos aspectos vino a ser, como ya indicara
Clarín hace muchos años, “un español a la inglesa”.
JOSÉ ESTEBAN
15 de octubre, 2014
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