miércoles, 19 de noviembre de 2014

PUJOL, UN PADRINO CON BARRETINA

«Tengo la convicción de que el actual caso Pujol no se va a solventar con justicia» 

Jordi Pujol haciendo patria
Ilustración especial para 3 colores 3 de Kiko Feria 

Pujol, un padrino con barretina 

A veces, cuando la verdad no es soterrada por pequeños intereses políticos, la realidad tozuda nos muestra en toda su podredumbre a una clase dominante catalana corrupta y tan reaccionaria como la que más, hermanada desde tiempo inmemorial con su homologa castellana, o madrileña. Pero como cada día tiene su afán, de lo que hoy quiero escribir es del origen de la fabulosa fortuna de clan Pujol, cuyo patriarca, Florencio, era conocido en los ambientes del estraperlo de post-guerra como Pujolet, por su escasa estatura.  Dado que nadie, y menos aún la Agencia Tributaria, se ha creído lo de la herencia de papá, vamos a aportar nuestro grano de arena al debate. No he tenido que trabajar mucho para los datos, pues cuanto estalló el escándalo de Banca Catalana, allá por el año 1984, me encargaron en el semanario para el que trabajaba el seguimiento del sumario judicial, cerrado en los años sucesivos con prevaricación, tras un acuerdo de Jordi Pujol con Felipe González, que refrendó un tribunal indigno, estableciéndose a partir de entonces una doctrina de impunidad para delitos similares, eso sí a costa, en aquellos años, de la desgracia de los perjudicados de las  “preferentes catalanas”, y de las arcas públicas españolas, que, como veremos, sufrieron grave quebranto.
Corría el año de gracia de 1984, de la nunca finalizada transición, con Felipe González en la Moncloa y Miguel Boyer en Alcalá 9, cuando estalló el llamado caso Banca Catalana, del que se ha vuelto a hablar en los últimos meses, con más pena que gloria, y con los lamentos de uno de los fiscales obligados entonces a envainarse la acusación, Jiménez Villarejo, tras la vergonzosa actuación del pleno de la Audiencia Territorial de Barcelona, acordando el archivo de las actuaciones.  Los de más edad recordarán como un latrocinio similar o superior al de Bankia fue convertido en “un agravio a Cataluña”, si se atrevía la justicia a investigar y sentar en al banquillo a una banda de delincuentes de cuello blanco, comandados por un botiguer llamado Jordi Pujol, y que debían todo a su parentesco con la corrupta oligarquía franquista.
En los años que van desde la crisis internacional del petróleo de 1973, hasta comienzos de los años ochenta, la economía española estaba muy mal, con reformas aplazadas por el superior interés de la transición a la democracia;  aún no estábamos en Europa, las industrias iban de mal en peor y el Estado, para evitar males mayores, había creado una suerte de hospital para bancos en apuros, es decir, con dinero de todos los españoles, como de costumbre, se evitaron quiebras, se apuntalaron fortunas y unos cuantos banqueros ladrones se fueron de rositas, eso sí, tras dejar en la ruina a unos cuantos miles de pequeños ahorradores, como fue el caso de Banca Catalana.
Pero vamos al origen de aquel escándalo, cuyas consecuencias llegan al presente. La historia empieza con otro nombre: Banco Industrial del Mediterráneo. Este banco había sido fundado a finales de 1972, como “banco industrial de negocios”, con mayoría de socios catalanes, aunque vinculados en algunos casos a la oligarquía mesetaria y franquista. Nos encontramos apellidos como Bufill Bernardes, Renau Manén, Buxeda Nadal, Folch Vázquez, Gaspart, Salvá Miquel, los Negre, familiares de Tomás Garicano Goñi, ministro de la gobernación de 1969 a 1973, y un largo etcétera. Muy pronto experimentó un crecimiento espectacular, que se hizo notar en los círculos económicos, y que puso la mosca detrás de la oreja a algún que otro funcionario del Banco de España. El señuelo de su captación de clientes no era otro que el pago de “extratipos”.  En 1977, a cinco años de su fundación, el banco creció un 70 por 100, y batió el record en la evolución de recursos ajenos dentro de toda la banca española de entonces.
El “líder” de aquel tinglado era Julio Martínez-Fortún Soler, un financiero de dudosa reputación, pero que se movía muy bien en los círculos del poder. Atrajo a los consejos de administración de las sociedades del grupo a personajes como el entonces teniente general Ibañez Freire, Francisco Fernández Ordoñez, ministro primero con UCD y después con el PSOE,  Fernando Liñán, ministro que había sido del gobierno de Carrero Blanco. Fue en plena expansión del banco cuando Julio Fernández-Fortún empezó a llevarse grandes sumas de dinero a Panamá, con la excusa de la fundación allí de un banco, con un capital inicial de 250 millones de pesetas. Durante un tiempo tuvo participación en el negocio Emilio Botín. Todas las operaciones del banco se hacían a través de un holding, PROBIMSA, y que era una sociedad financiera que actuaba como cabecera del grupo de especuladores  que controlaba el banco, en cuyo consejo de administración ya se había sentado el antes citado Francisco Fernández Ordoñez, a la sazón ministro de Hacienda desde el 4 de julio de 1977. Otra de las causas del fulgurante crecimiento del banco se debía a estrechos vínculos con cajas de ahorro, una de ella, la de Zaragoza, Aragón y Rioja, apoyó con inversiones de dudosa rentabilidad las iniciativas empresariales del banco. Lo cierto es que el viejo timo del pago de extratipos o intereses desmesurados pronto iba a reventar.
En junio de 1978 la estrecha relación con las cajas de ahorro dio lugar a una oferta de compra del banco por parte de la Caja de Ahorros de Valencia, pero no se llegó a formalizar, en buena parte por las reticencias que tenía entonces el Banco de España, pues la operación suponía, como ha ocurrido años después, la perdida de los fines fundacionales de estas entidades, creadas para cumplir una determinada  función social, y ayudar a los pequeños negocios, y no para que gentes sin escrúpulos y sin preparación alguna  lleguen a banqueros o a los consejos de administración de las compañías eléctricas.
Todo iba bien, aparentemente viento en popa, pero el Banco de España sabía que no era así, y se habían detectado irregularidades y salidas de capital hacia Panamá, donde estaba instalado el presidente de la entidad, Julio Martínez-Fortún. La apariencia, solo la apariencia,  era de solidez, con unos depósitos de 30.300 millones de pesetas y una red de 38 oficinas, la mayoría en Cataluña. Lo cierto es que la falta de liquidez precipitó los acontecimientos, los gerifaltes granujas del banco, en algunos casos, ya habían puesto pies en polvorosa, con unas cuantas carteras repletas de billetes,  pero aún intentaron que el Banco de la plaza de Cibeles les echase una mano. Fue entonces, cuando la dirección del Banco de España, junto con el Ministerio de Hacienda, cuyo titular era Fernández Ordoñez, a la vez consejero de PROBINSA,  propiciaron la venta a Banca Catalana, por entonces una pequeña banca de provincias, propiedad de los Pujol,  con las marcas muy modestas de Banco de Barcelona, Banco Mercantil de Manresa y Banco de Gerona .
Ya ven los lectores que poco cambian las cosas en España, también en el reciente desastre de Bankia había un Fernández Ordoñez, pero en esta ocasión al frente del Banco de España. La operación se hizo a finales de enero de 1979, por el irrisorio precio de 801.000.- pesetas, sí, amigo, ha leído bien: el equivalente a 4.814,11 euros, es decir, un regalo, a peseta la acción del banco. Además de esto el Banco de España otorgó a Pujol y sus amigos un crédito de más de 6.000 millones de pesetas en condiciones muy ventajosas de interés, prácticamente un regalo. Es decir, desde el gobierno español se dieron todo tipo de facilidades, a costa nuestra como siempre, para que el nacionalismo catalán representado por Pujol se hiciera con un banco mediano en el negocio financiero de nuestro país.
La secuencia del desastre, es decir, cómo una entidad bancaria saneada y en expansión, es arruinada y saqueada por una banda organizada de depredadores y chorizos, puede trasladarse a guión cinematográfico con facilidad, solo que en unos casos los delincuentes portan bandera monárquica española y en otros barretina y señera. Daría para unos cuantos artículos más, con el consiguiente cansancio de los lectores, contar todo lo que ocurrió en Banca Catalana hasta el desastre final, por lo que vamos a las consecuencias del escándalo.  
En la magistral defensa que hizo entonces de Pujol, su abogado, Joan Piqué Vidal, no se negaron los fraudes y las apropiaciones sustanciosas de dinero; lo que negaba el letrado, con más entusiasmo que datos, era que Pujol hubiera metido la mano. Aquel letrado, profesor de Derecho Penal, conocía bien el entramado de Banca Catalana, y también de Renta Catalana,  que citamos por la relación que tuvo esta otra entidad con la caja B de la banca pujolista. El abogado había sido, nada menos, que secretario general de la entidad bancaria, y estuvo a punto de ser obligado a cambiar su situación procesal, y pasar de abogado defensor a testigo o, incluso procesado. Él y otros letrados, también intervinientes en el caso, resulta que habían sido quienes, como “parte contratante” se las habían visto en noviembre de 1982, cuando todo iba a pique, con los accionistas del banco, en junta general. Con una brillante actuación, digna, eso sí, del abogado de don Vito Corleone, Piqué consiguió que los accionistas no acudieran a los tribunales y que optasen por esperar a acuerdos y pactos, “entre buenos catalanes”, para recuperar algo de sus dineros. Lo que son las cosas, resulta que el Joan Piqué de entonces tenía cierto parecido físico con el actor Robert Duvall, aquel que en la pantalla daba vida a Tom Hagen, el abogado de los Corleone en El Padrino.
La aportación que hizo entonces el Estado, para apagar el fuego, fue de 400.000 millones de pesetas, sí, lector, así fue. Si quiere haga usted la traslación a euros, que a mí me da vergüenza. Ya es conocido cómo salió Pujol inmaculado de aquello, tras ser  aclamado por las multitudes, de derechas e izquierdas, cuando desde un balcón de la plaza de Sant Jaume homologó su imputación con un agravio, un ataque a Cataluña. Fue el letrado Piqué el que fraguó todo tipo de pactos entre bambalinas, durante varios años, para que aquel sumario acabase arrumbado en una audiencia, con gran daño para la imagen de la Justicia, tras aquel gran escándalo. 
El citado Joan Piqué, autor de algunas monografías de derecho penal, se creía, como su jefe Pujol, intocable. La actitud de muchos jueces y magistrados, ante este personaje, era la de auténticos lacayos. Era mucho su poderío, pero vino a caer en desgracia hace unos años, como consecuencia de su relación con Pascual Estevill, aquel juez elevado a consejero del Poder Judicial por CIU, y que fue condenado por extorsiones económicas, realizadas mientras se desempeñaba como magistrado-juez en Barcelona. Los dos ilustres juristas dieron con sus huesos en prisión, dada la evidencia de sus sucios negocios.
Como final, y para entender la complejidad de los escándalos financieros en España, y, al menos, explicarnos a nosotros mismos por qué no prosperan las querellas y demandas de justicia, miremos un poco de reojo hacía el pasado, y veremos a las diferentes oligarquías haciendo trampas, para, eso sí, no pisarse entre la manguera entre bomberos, pero a costa de arruinar a los más débiles.
En 1983, ante la situación creada por los desfalcos y latrocinios realizados en el  grupo Banca Catalana, se traspasó la entidad a un consorcio del resto de banqueros españoles. Finalmente el Banco de Vizcaya, ya por entonces con afinidad nacionalista, se hizo con el 89 % de las acciones, así como con el control del Banco Industrial del Mediterráneo y Banco Industrial de Cataluña. En 1984 Pujol era incluido en la querella de la Fiscalía, junto al resto de directivos de aquella banca, creada, nos decían, para “fer país”. Tras la vergüenza de la gran concentración nacionalista en la Plaza de San Jaume, Pujol fue excluido del sumario, si bien se continuó su instrucción respecto de 18 ex consejeros del banco quebrado. Más de 3.000 folios y otros 65.000 en documentos acumulaban las diligencias judiciales. Los cargos de la acusación eran graves: apropiación indebida, falsedad en documento público y mercantil, maquinación para alterar el precio de las cosas y algunos otros hechos también contemplados en el Código Penal vigente entonces. Finalmente, y tras los embarullamientos que fue consiguiendo el equipo de abogados de la defensa, el sumario fue sobreseído en marzo de 1990, con gran daño para la Justicia, perjuicios fabulosos para las arcas públicas y la ruina de muchos ciudadanos. Todo quedó en que hubo una gestión imprudente e incluso desastrosa.
Pero a lo que vamos, a nuestra encrucijada histórica actual, con una confrontación política Gobierno español-Generalitat de Catalunya, institución esta última que representa al Estado en aquella comunidad autónoma; que no se olvide este aserto de Perogrullo para saber de qué estamos  hablando. Y ocurre este grave conflicto mientras que sale a flote, como si se tratase de un viejo barco pirata hundido hace siglos, la podredumbre de un clan mafioso, los Pujol, treinta años después del escándalo Banca Catalana, y que es el origen de todo lo que hoy se está conociendo, según mi modesta opinión. Ni el político más lerdo se puede creer lo de la herencia de don Florencio Pujol, sobre todo después de que la hermana del ex president manifestase su desconocimiento de la existencia de tal legado; es decir, y esto en términos legales: “A confesión de parte, relevo de prueba”.
Esperaba con ingenuidad que la comparecencia del fundador de Convergencia Democrática de Catalunya ante el Parlament aportase algo más de lo que ya conocemos a través de los medios de comunicación. Decepción y pena, por ver como el viejo taimado sigue siendo el gran padrino de su partido y aledaños. Treinta años después las mismas apelaciones al patriotismo, que, como se ha citado por ahí invocando a Samuel Jhonnson, mal traducido por cierto, es el último reducto de los canallas. Léase entre líneas la primera intervención de Pujol y se verá como hay unos cuantos mensajes, unos dirigidos a sus aún subordinados, empezando por Artur Mas, y otros dirigidos a Madrid. Toda una puesta en escena, pero con advertencias en caso de que se siga adelante. Es decir, Pujol podría hablar si quisiese, por ejemplo, de la alianza financiera gestada en Barcelona, allá por 1990, para ayudar al emirato de Kuwait, por entonces invadido por Sadam Hussein; podría hablar también de Grand Tibidabo y de la participación en el holding de Javier de la Rosa y del entonces tesorero del Rey, Manuel Prado, y así un largo etcétera de asuntos y negocios turbios de los que tuvo en su día información privilegiada. 
Tengo la convicción de que el actual caso Pujol, como todo lo que afecta a los poderosos de nuestro país, no se va a solventar con justicia, es decir con castigo para los actos delictivos, reparación a los perjudicados y celeridad en las actuaciones judiciales. Antes bien, asistiremos a un proceso de desgaste del Poder Judicial, que se verá, como es habitual, presionado y con permanente boicot de todas sus actuaciones. También, una vez más, el PP, el PSOE y la Corona, optarán por ayudar,  con impunidad y descrédito de la Justicia, a la oligarquía catalana representada por CIU. En privado se les escuchará decir de nuevo, aquello de que “son unos chorizos, pero los necesitamos para mantener la estabilidad política del Estado”. Después del fiasco de la consulta para la secesión catalana, se escuchará en Madrid que hay que echar una mano a CIU, que hay que tender puentes y recomponer la situación, y, una vez más, entre los asuntos en los que el Estado deberá de ser generoso será cierta manga ancha para la regularización de capitales, así como la aplicación de prescripciones, facilidades en definitiva para que, de nuevo, Pujol y su clan se vayan de rositas.
De aquellos polvos vinieron estos lodos, y también  la célebre “herencia de don Florencio”, oculta durante todos estos años, a buen recaudo, lejos de Cataluña y de la Agencia Tributaria. ¿Se desandará el camino, y se llegará ahora a donde no se quiso llegar  hace treinta años? No tengo por costumbre hacer predicciones, pero me temo lo peor.

ISABELO HERREROS

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