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sábado, 21 de junio de 2014

APELACIÓN A LA REPÚBLICA

«Una propuesta radical y genuinamente  republicana debe reivindicarse en toda asociación,  en  toda empresa, en toda casa» 

Fiesta escolar para conmemorar el advenimiento de la II República en una escuela laica del municipio alicantino de San Vicente del Raspeig
Foto: Público.es 

Apelación a la República noventa años después 

En Mayo de 1924, en plena Dictadura de Primo de Rivera, Don Manuel Azaña publicaba su “Apelación a la República” en la que afirmaba la incompatibilidad entre monarquía y democracia.
En estos momentos de reivindicación de un proceso constituyente republicano, ante el “hecho sucesorio” que se nos impone como último recurso del agonizante régimen monárquico constitucional de 1978, nos parece imprescindible recordar, como hacía Azaña en aquel texto, que la República es mucho más que sustituir la forma de gobierno monárquica por la forma de gobierno republicana, salvo que nos conformemos con una República como una mera forma de Estado o de gobierno, concretamente con un conjunto de organismos burocráticos separados de la sociedad civil, en la que una vez elegidos los representantes, la  ciudadanía se abstiene de cualquier actividad política. Y así, como dice nuestro amigo Joaquín Miras, “un individuo que centralice en su persona el poder ejecutivo del Estado, por el mero hecho de ser elegido, es presidente de la Republica y no monarca.”
Así, la Republica no podrá ser limitada ni gravitar en torno a una reivindicación de una forma de Estado, ni simplemente a una definición jurídica, ni al cambio del titulo segundo o de otros preceptos constitucionales. Es una simplificación limitar la política a lo jurídico. Es reducir el republicanismo en tanto que movimiento radical de emancipación y  de autogobierno, de democracia radical e igualdad material, a mera estructura técnica jurídica, a una organización de cosas, y no a transformación de sociedades.
Por ello, hay que recordar que la forma política republicana implica el establecimiento de mecanismos e instituciones de manera que el fundamento de la democracia no quede limitado a la simple forma de democracia representativa, ni que el ejercicio de la responsabilidad política de los ciudadanos gravite  únicamente en el voto  y en la delegación de poder en  representantes surgidos del sufragio. Las insuficiencias de la democracia representativa   han sido de hecho denunciadas por la desafección de los ciudadanos hacia una política delegada en unos pocos. Elegir a los que han de gobernar no es enteramente gobernar. Consentir, asentir y elegir  no es autogobierno. Lo es participar en la formación de las decisiones, en la toma de ellas y en su ejecución.  Una constitución republicana debe contemplar formas de democracia participativa, deliberativa, popular  y mandatada. Al efecto deberían contemplase instituciones tales como la revocación de cargos, la brevedad y la rotación frecuente de los mandatos,  la preferencia por la forma colegiada de gobierno en ejecutivos, el funcionamiento frecuente y accesible  de la iniciativa popular y los referéndum,  la introducción de algunas  formas de mandato imperativo, la introducción del procedimiento de sorteo en la designación de algunas magistraturas  públicas, las prohibiciones y limitaciones a la  acumulación de cargos públicos, la rendición de cuentas  después del mandato ante  órganos ciudadanos independientes,  la extensión de la incompatibilidad e inelegibilidad para del desempeño  de funciones  públicas de aquellos que  estén ligados de una manera  privilegiada a actividades e intereses privados,  el estudio de  la incompatibilidad de un grado de renta y forma de vida suntuosa y excesiva, de manifiesta desigualdad,  para el desempeño cívico y virtuoso de funciones públicas.
Y hay que recordar que la libertad republicana es el deber y derecho inalienable de todos efectivamente a participar en los asuntos públicos, pero también es la ausencia de cualquier situación de dominación que haga ilusorios la igualdad y el autogobierno, tanto en lo público, en las relaciones políticas, como en lo privado, en las relaciones económicas, sociales, familiares o de género. La Republica no esta sólo en la esfera de lo estatal o de lo público. Una propuesta radicalmente y genuinamente  republicana debe reivindicarse en todas las relaciones de lo colectivo donde se juega nuestro autogobierno: en toda asociación,  en  toda empresa, en toda casa.
Por tanto, la propuesta de un régimen republicano  implica que la República debe impedir la desigualdad por cuanto entre desiguales no prevalece la justicia y  el bien público  sino el poder de los más  fuertes. La República  debe  procurar con su  intervención efectiva  que en ningún caso en que estén en juego relaciones entre  ciudadanos se produzca  una situación cuya desigualdad, estados de necesidad y carencia desemboque en dominio  y explotación de unos por otros. 
El Estado republicano deberá, por consiguiente, regular e intervenir las actividades  financieras, la propiedad de los medios de producción, el uso de la tierra, la energía,  el uso del suelo y la vivienda,  y cualquier actividad económica  que generen diferencia de poder material entre ciudadanos.
Igualmente debe procurar que constitucionalmente bienes como la cultura, la educación, la sanidad y los recursos naturales no puedan ser objeto de apropiación con fines lucrativos sino que han de ser considerados como bienes comunes a los que todos deben tener acceso. En estos ámbitos, el Estado republicano debe acoger las iniciativas que los ciudadanos promuevan para democratizar también aquellos sectores  que actualmente aún permanecen  como reductos de un ancien regime al que no hubieran llegado las libertades: democracia en la empresa, en la industria, en la gestión de los asuntos exteriores,  en la enseñanza, etc., con el fin de que su funcionamiento no responda  al lucro y beneficio de unos pocos o a la autoridad de algunos sino a lo que todos convengan democráticamente.
Por ello, el Estado republicano debe ser un Estado social y políticamente orientado por objetivos cívico democráticos, que combata activamente la corrupción, que limite los derechos de propiedad privada sobre el capital o la tierra por su función social, que mantenga y profundice la universalidad y gratuidad de los servicios públicos educativos, sanitarios, culturales, financiados mediante un sistema tributario progresivo y redistributivo, que constitucionalice mecanismos institucionales y legales que aseguren la efectividad de los derechos sociales, que mantenga un sistema de protección social y garantice el derecho a la existencia mediante un ingreso universal de ciudadanía, que fuerce soluciones cooperativas por la vía institucional, que haga pedagogía política, fomente la ética y los valores cívicos y la austeridad como norma de conducta pública.
Y hay que recordar que la fraternidad republicana no es otra cosa que la extensión a todos sin exclusión de la igualdad y la libertad, y que forma parte del pueblo soberano que acuerda su autogobierno, el pueblo de los inmigrantes llegados al país cuyas circunstancias de necesidad material les ha hecho abandonar sus países de origen buscando con  los ciudadanos que nacimos anteriormente  en España una sociedad donde compartir  vida, trabajo y libertad  y manifiestan su voluntad de participar en su república. Cualquier violación de los derechos de este pueblo inmigrante será considerado como violación de los derechos de cualquier otro ciudadano sin que pueda darse  discriminación alguna, violación que merece ser  tratada con el mayor rigor  por cuanto  es una injusticia  que se dirige abusivamente hacia los más débiles de entre nosotros.
Y, finalmente hay que recordar que no puede existir República si no se asienta en una ciudadanía consciente, responsable y participativa. De ahí el afán republicano por confiar en las posibilidades didácticas de la democracia para habituar a la mayor parte posible de la ciudadanía a la práctica de la participación política.
Es por ello que la democracia debe ser  escuela de civismo, como aprendizaje moral y cívico. En palabras de Azaña en su Apelación a la República de hace noventa años: “Militante, nuestra democracia deberá ser docente además”. No se trata solo de aprender a votar, a expresar opiniones divergentes, a tomarle las cuentas al gobierno, sino también de que participe en la enmienda permanente de la vida publica.
Por tanto, la construcción de la ciudadanía ha de venir de la praxis democrática, pero también la escuela ha de tener la función moralizadora de enseñar a elegir libremente y enseñar hábitos y sentimientos para evitar la manipulación.
En este sentido, la escuela pública, universal y laica, que respete y promueva el pluralismo ideológico y la libertad de conciencia, debe educar para conocer, o mejor para incitar a conocer, para valorar y razonar. Una persona que es capaz de juzgar moral y estéticamente el mundo en el que vive es más probable que sienta la necesidad de comprometerse activamente en su mejora y a participar: en el sentido de tomar partido, ante las cuestiones públicas que consideramos importantes mediante el voto, o ejerciendo su libertad de expresión o manifestación, y tomar parte, en el sentido de implicarse cotidianamente en la vida democrática: para decidir, cooperar y deliberar como consumidores, como habitantes de una ciudad, como usuarios, como miembros de asociaciones, como trabajadores.
En suma, hoy más que nunca, es necesario construir, sin atajos o apresuramientos, el bloque político, social y cultural hegemónico que nos permita iniciar un proceso constituyente republicano que culmine en una República de ciudadanos libres, iguales y fraternos.

Miguel Ángel Doménech y José Miguel Sebastián

viernes, 20 de junio de 2014

TRIUNFAREMOS

«Es una certeza que traspasa enteramente mi persona como una descarga, un rayo, que nada puede atemperar dentro de mí; la convicción: triunfaremos» 

¡Trifunfaremos!
Foto: Dreamstime 

Triunfaremos 

Mensaje del Secretario Federal de la asociación Unidad Cívica por la República –UCR-, Miguel Pastrana, el 19 de junio de 2014 

Palabras del Secretario Federal de la asociación Unidad Cívica por la República, UCR, Miguel Pastrana, el 19 de junio de 2014. Estaban preparadas para ser leídas en la concentración de todos los jueves de la Plataforma Contra la Impunidad del Franquismo en la Puerta del Sol de Madrid, pero la ocupación policial de la plaza hizo imposible expresarse democráticamente en ella ese día 

Ciudadanos, ciudadanas:

Culminando en el día de hoy, hemos asistido en los previos, a un despliegue de medios y recursos sin precedentes, con el objeto de imponer a la ciudadanía un Jefe de Estado no-democrático y, con él, un régimen.

Prensa, radio, televisión, mayorías parlamentarias y senatoriales que no se corresponden con las sociales; con lo que en la calle se dice y se siente; decenas de francotiradores, represión contra los símbolos republicanos… todo eso, y más, ha sido puesto en juego, con el fin de proclamar un Rey al que llaman Felipe VI.

Teniendo en cuenta todo eso, yo os digo: triunfaremos.

Como representante de una de las asociaciones históricas y más importantes del republicanismo en este país. Sin pretender especificidades, pero tampoco que se niegue quienes somos. Sin que nuestro discurso se condicione por el temor o el ánimo, de perder o ganar votos. Os digo: triunfaremos. Ha de triunfar democráticamente la República en este país, y el día de hoy, con todo su aparato –y su represión también- marcan un jalón en la dirección del triunfo.

Es una certeza que traspasa enteramente mi persona como una descarga, un rayo, que nada puede atemperar dentro de mí; la convicción: triunfaremos.

Pero no es pasión lo que me da esta fe, mas el análisis de los hechos objetivos, y de la Historia.
Hemos asistido hoy a una puesta en escena, que ha de caer más pronto que tarde por su propio peso, su propia falsedad y empalago. Cualquier ojo avizor comprobará, que esta nueva Monarquía nace condenada. No podrá superar las contradicciones que condujeron al fin de la anterior, la de Juan Carlos I. Antes bien, esas contradicciones se irán agudizando en el periodo que hoy empieza y desembocarán, inevitablemente, en la República.

¿Significa ello que nuestra acción no importa? Muy al contrario, es más necesaria que nunca, pues determina tiempos y formas, y nada hay en política más importante que eso. Todos quienes aquí estamos, quien ahora os habla, y quienes ahora escucháis, somos –y a mucha honra- políticos. Y nuestra acción, podemos decirlo, ha sido decisiva para poner fin a la Monarquía de Juan Carlos. Como lo será para ponérselo a la de Felipe, y con ello, traer la República. Pero vengo a deciros, sencillamente, que en los centros de poder, y en los conciliábulos, y en todos esos sitios, donde se sabe, pues medios materiales de sobra tienen para ello, yo estoy seguro de que se da por inevitable la República en España, se sabe, y todo el montaje del Rey Felipe, es para ganar tiempo, y mejorar posiciones, ante lo inevitable: la República.

Yo quiero ahora lanzar una pregunta a todos los movimientos que se consideren regeneracionistas, alternativos, constituyentes… no importa las etiquetas que, en su perfecto derecho, quieran o no ponerse; asuman o rechacen. Yo les pregunto: ¿es que después de lo visto en estos días, se puede dudar aún de la importancia, la prioridad, que tiene traer la República a nuestro país? ¿Es que puede considerarse todavía secundario el debate Monarquía-República? ¿Es que no ha quedado claro, y machacado, que es el Régimen Monárquico la clave de todo el sistema de injusticia en este país; la tapa de la olla con todo lo podrido? ¿Es que no ha quedado ya suficientemente claro?

Lo dije en Cádiz –está recogido- en la primavera de 2012, en el inicio del Movimiento Constituyente. Varios de los promotores no quisieron escucharme entonces. Yo sé que ahora escuchan más. Porque es bien sencillo: la República resulta algo prioritario y esencial para España. Tanto como el precio del pan. Porque –de hecho- determina el precio del pan; la sanidad, la educación, el trabajo, la cultura… Porque todo está conectado ¡Todo está conectado!

Termino: la cuestión del Referendo. Yo sé que hay suspicacias, hay temores, hay legítima –yo considero que es legítima- indignación, por parte de algunas personas, que consideran que lo justo de la República, no admite ese referendo. Yo entiendo eso; yo lo respeto. Pero no puedo compartirlo.

Si las Cortes de la II República española, reunidas el 1 de febrero de 1939 en Figueres, declararon, en su Punto Número 2, el derecho inviolable del Pueblo Español a decidir sobre su tipo de régimen, no seré yo quien contradiga a aquellas Cortes legítimas. No seré yo quien ose considerarme más republicano que Azaña, que Negrín, que José Díaz, que Pasionaria… No seré yo, desde luego. A quien, desde una óptica republicana, niegue el referendo, cabe exigirle a continuación, que provea de los medios necesarios para imponer democráticamente la República, si los tiene, pues si no, todo son entelequias, y al negar el referendo, se está haciendo un favor al Régimen Monárquico, que es quien lo niega y lleva 40 años negándolo.

Yo pido, por favor, que no reforcemos esa posición. Porque el referendo -que llegará más pronto que tarde- si es en exclusiva sobre Monarquía o República; si es así, lo ganaremos entonces. Y quien tenga miedo de perderlo, yo le digo: ponte entonces a ganarlo ya. Ponte entonces. Con la confianza que tenemos la mayoría. Porque venceremos. Porque la Historia está con nosotros. Porque quienes murieron defendiendo la República están con nosotros y nos alientan desde la tierra. Porque la República vino por las urnas y volverá por las urnas. Pronto.

¡Viva España con Honra! ¡Viva la República! ¡Viva la Dignidad!

MIGUEL PASTRANA
Secretario Federal de la asociación Unidad Cívica por la República-UCR